30 marzo, 2025

La serie No digas nada y el inmovilismo político

Muy recomendable la miniserie No digas nada. A través de las hermanas Price, nos adentra en el funcionamiento del IRA durante los años setenta, un periodo convulso y sangriento en la historia de Irlanda del Norte. Soy fan de las historias que exploran el surgimiento y evolución de esas bandas terroristas europeas con ideales revolucionarios nacidas en los sesenta, que se degradaron durante los ochenta y terminaron siendo simples asesinos en los noventa.

Sin embargo, uno de los lugares comunes en los que suelen caer estas historias es siempre el mismo: todos son iguales, todos son igual de malos, mejor quedarse como estamos. Y es que, en una película o serie, contar una parte de la historia y colocar la cámara en un lugar y no en otro es, en sí mismo, un acto político.

El conflicto de Irlanda del Norte dejó más de 3.500 muertos, miles de heridos y una sociedad profundamente dividida que aún hoy lidia con las cicatrices de aquella época. No obstante, se echa en falta una mención más explícita a los asesinatos, torturas y abusos que también sufrieron los católicos irlandeses a manos de las fuerzas de seguridad británicas y los grupos paramilitares lealistas.

En el fondo, la pregunta que subyace en estas producciones es siempre la misma: ¿de qué sirvió todo aquello? La respuesta, tristemente, ya la conocemos: de nada. Este es, además, el enfoque recurrente en la mayoría de las producciones europeas que abordan temas políticos y luchas por cambios radicales.

En esencia, el mensaje que transmiten es claro: un inmovilismo político que sugiere que cualquier intento de transformación solo conduce a la muerte, tanto para quienes participan activamente como para quienes lo sufren de manera indirecta. Por eso, la conclusión lógica siempre será la misma: mejor no cambiar nada.