19 marzo, 2025
La CNT en el siglo XXI

Debe ser la CNT

No vamos a descubrir aquí a Joan García Oliver ni su obra El eco de los pasos. Múltiples escritos mejor que una entrada de blog dan cuenta de su figura, empezando por el propio libro.

Su lectura es altamente recomendable para comprender a uno de los personajes clave de los primeros años de la Guerra Civil española. Resulta indispensable tanto para la perspectiva histórica como para el aprendizaje político. En sus páginas, afloran los innumerables matices que la historia oficial suele omitir, revelando la complejidad de aquellos que vivieron y protagonizaron ese tiempo.

En el último capítulo del libro, después de contar toda su historia. Joan García Oliver escribe la siguiente reflexión:

Si algún día se quiere analizar debidamente las causas del inusitado desmoronamiento de nuestras posiciones orgánicas e ideológicas, habrá que revolver despiadadamente el amontonamiento de culpabilidades. Será preciso empezar por los principios ideológicos sobre los que descansó la Confederación Nacional del Trabajo. Sus principios eran ácratas y su finalidad el comunismo libertario. Los principios hacían referencia a una aspiración para el mañana. La finalidad estaba estrechamente vinculada a la solución de los problemas del hoy mismo. Si confundíamos lo mediato con lo inmediato, se produciría una catástrofe.

 Y se produjo la catástrofe. La incapacidad mental de unos sedicentes teóricos que ignoraban, olvidaban o silenciaban deliberadamente que los problemas de hoy no pueden ser mezclados con las aspiraciones a un tipo de sociedad lejana, y con demagogia barata lograron sorprender la buena fe de unos delegados sin mandato concreto en el Pleno de Locales y Comarcales del 23 de julio de 1936. Las delegaciones, menos una, votaron a favor de conformarnos con lo que siempre habíamos tenido. Ahora, en plena derrota, nos habíamos quedado hasta sin lo que siempre habíamos tenido. Era el momento de darse cuenta de lo que había ocurrido. Al haberse desmoronado nuestra Organización, teníamos a la vista los materiales, las piezas, de que estaba constituida. Esas piezas no eran uniformes ni en tamaño ni en colorido ni en contenido. Constituían un algo de lo que siempre tuvimos intuición pero no sapiencia: La CNT no era un cuerpo monolítico, sino un armonioso acoplamiento de ideologías distintas, pero afines en cuanto a las aspiraciones inmediatas de dar solución justa a los problemas económicos, sociales, políticos y jurídicos de nuestros días, con la mayor cantidad posible de contenido libertario.

 El edificio armoniosamente construido con materiales dispares pero afines, se vino abajo, sacudido por una onda que afectaba, no sólo a la masa inerte de los materiales, sino a la vida del conjunto.

La CNT era una organización sindicalista revolucionaria que tuvo sus inicios en el año 1910. A partir de entonces, su desenvolvimiento fue ascendente, pese a los altos y bajos que experimentaba en épocas de duras represiones. Tuvo sus fallos y sus vacilaciones, que supo superar, porque no afectaban al grueso de sus militantes, sino a pequeñas minorías, que se resolvían casi de manera biológica, con sedimentaciones que iba deponiendo y que pasaban a engrosar o constituir los partidos republicanos, comunistas o sindicalistas.

 De las crisis, la CNT surgía siempre superándose, sin dar pasos atrás en sus aspiraciones revolucionarias. Hasta su cita con la página en blanco de la Historia: julio de 1936. El tintero fue volcado, y no fueron escritas las páginas, sino manchadas. Desde entonces, los caminos andados fueron de perdición.

 Militantes activos de la CNT, ignorábamos de qué se componía nuestra Organización. Fue menester que todo saltase al serle aplicado el freno de la contrarrevolución, para que, a la vista de las piezas diseminadas, nos diésemos cuenta del complejo ideológico de que estaba compuesta: obreristas creyentes en el porvenir de la clase obrera eran la mayor parte; sindicalistas revolucionarios y sindicalistas reformistas, les seguían en importancia; colectivistas y comunistas, con influencias marxistas, bakuninistas y kropotkinianas; anarquistas sui generis y anarquistas individualistas; liberales pacifistas y liberales radicalizados; republicanos jacobinos y republicanos federales. La unidad sobre la que descansaba nuestra gran mole orgánica, era la fe profunda en la revolución. El freno de la contrarrevolución los desparramó y ahora yacían por los suelos, formando grupúsculos dispersos.

La CNT como aglutinadora del espacio poscapitalista español en el siglo XXI

El anterior debería ser el título de la entrada, pero soy lo suficientemente inteligente como para saber lo poco que sé, y tengo la suficiente edad como para no ser excesivamente inconsciente en mis planteamientos. Sin embargo, siempre pensé que la CNT debía ser ese espacio de aglutinamiento de la izquierda poscapitalista, situada más a la izquierda de los planteamientos social-liberales que hoy representa el PSOE. Al leer la reflexión final de García Oliver sobre las diferencias ideológicas que conformaban la CNT, constaté que este planteamiento podía ser un punto de partida.

La CNT es y ha sido siempre un sindicato. Personalmente, opino que el sindicalismo ha quedado superado en la primera mitad del siglo XXI. Si bien la mayor parte de los éxitos de la clase trabajadora se lograron mediante la lucha sindical, hoy en día parece una herramienta superada. No soy capaz de señalar los motivos concretos, y tampoco es el objetivo de esta entrada. Además, el futuro podría traer de vuelta formas de organización que actualmente parecen olvidadas. De hecho, este texto podría ser un primer paso hacia una posible recuperación.

Sin embargo, no creo que el papel de la CNT deba limitarse al de sindicato, ni que sus miembros tengan por qué estar necesariamente de acuerdo con la praxis ni la ideología anarcosindicalista de la organización. Entiendo las críticas que este planteamiento puede suscitar, ya que supone restarle a un sindicato su aspecto combativo, algo que parece ir en contra de la lógica de su propia existencia. Sin embargo, esto no significa que dicha función deba desaparecer; puede y debe seguir realizándose, pero no como el aspecto principal de quienes participan en la organización. No se puede ser un punto de unión si la única razón para unirse es participar en una lucha en la que no se cree.

Y esta es la palabra clave: organización. Una organización que aglutine a la izquierda revolucionaria española que no encuentra cabida entre la multitud de formaciones políticas existentes en el país. Tantas y tan variadas, como su escasa relevancia política. Un espacio para superar el actual panorama, más cercano a un reino de taifas gobernado por youtubers que parecen existir únicamente desde y a través de su conocido líder.

Una organización histórica que, desde la militancia izquierdista, ha sido la única realmente capaz de superar al PSOE dentro de la izquierda. Un lugar de encuentro en el que poder participar activamente o simplemente saberse parte de él. Un lugar en el que encontrarte a diario con los compañeros o al que acudir cuando una necesidad lo requiera. Donde el activismo no sea el requisito principal. Lo que históricamente representaban las organizaciones políticas, las cuales iban mucho más allá de la mera representación en la política profesional o de la lucha sindical.

Por último, bajo ningún concepto planteo la CNT como un partido político. Que de ella pudiesen surgir, de manera puntual o permanente, uno o varios partidos para participar en elecciones, siempre podría ser una posibilidad. Sin embargo, esto nunca debería ser el objetivo principal de la organización. En un primer momento, debería funcionar más como un punto de unión que de separación. Porque, si se limitase a la representación política, ¿qué la diferenciaría del PCE?